En el transcurso de nuestras vidas atravesamos un sinnúmero de situaciones que representan cambios vitales o sucesos, que nos ponen de frente a la necesidad de desplegar nuestros recursos de adaptación. Algunos de estos acontecimientos podrían considerarse positivos y deseados, como por ejemplo, un ascenso profesional o laboral, una mudanza, un casamiento o la llegada de un hijo. Por otra parte, también se transitan experiencias dolorosas tales como la muerte de un ser querido, una enfermedad, una separación amorosa, exceso de responsabilidades laborales o desempleo y, la lista podría continuar.
A pesar de poseer diferentes características, independientemente de ser consideradas positivas o negativas, estas vivencias pueden generar en las personas un efecto estresante similar y llevar a incrementar los niveles de ansiedad, hasta el desencadenamiento de una crisis de ansiedad e incluso pánico. ¿Cómo sería esto?
Antes de responder esta interrogante, se debe recordar que la ansiedad es una respuesta automática y esperable del ser humano frente a situaciones, que pueden ser percibidas como amenazantes, que promueven un estado de alerta e inducen a respuestas motoras del tipo “lucha”, “huida” o “inmovilización”(conocidas en inglés como Freeze, Fight or Flight), hasta que el peligro cese o se aleje.
Las crisis de ansiedad pueden darse en aquellas situaciones percibidas como amenazantes pero que, en realidad, corresponden a una percepción errónea de una situación que evaluada objetivamente puede no serlo. Esta percepción alterada suele basarse en las experiencias previas, en temores adquiridos y en creencias profundas.
Una mayor propensión a experimentar episodios de ansiedad elevada o crisis de ansiedad, podría explicarse por la coincidencia de distintos factores que crean en la persona una predisposición a ello, como por ejemplo, herencia biológica o genética, un particular funcionamiento psicológico y el haber experimentado vivencias altamente estresantes y/o angustiantes durante su vida. Todos estos factores conforman la base para desarrollar cierta vulnerabilidad para responder ante determinados estímulos internos o externos que son los detonantes de la ansiedad.
Autores consultados: Barlow, D.H.; Beck, A.; Moreno, P.
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